La Educación En La Época Colonial.
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Los colegios en la Nueva España formaron parte del proyecto humanista
de convertir a los indígenas al cristianismo, y estas actividades
contribuyeron a la conservación de la paz y la tranquilidad del reino.
Para este proyecto humanista los frailes destinaron un tiempo y un local al
lado de la iglesia para iniciar a los niños en la doctrina cristiana, además
les enseñaban a leer, escribir, cantar, tocar instrumentos musicales, ayudar
a la misa, atender la sacristía y, en especial de acuerdo a Torquemada
(1975), llevar una vida en común y fabricar cuerpos sanos que garantizaran la
sumisión y obediencia para la limpia reproducción del reino.
Los colegios marcaron enfáticamente la división para atender a los hijos de
los conquistadores y a los hijos de los conquistados, pero además en éstos
últimos existió la separación para educar a los hijos de los pudientes y a
los de los indigentes.
Prueba de lo anterior es que entre 1526 y 1527 se fundaron dos tipos de
colegios; uno para transformar a los hijos de la nobleza indígena en
caballeros de la nobleza novohispana y otro para que los hijos de labradores
y gente plebeya aprendieran la doctrina cristiana, las artes y los oficios.
En el mismo lugar donde había funcionado el Calmecac o escuela de los hijos
de los principales mexicanos y de donde había partido la más feroz oposición
militar contra los españoles, se fundó en 1536 el colegio de Tlaltelolco, que
fue un modelo de conversión abrigado por los franciscanos.
En Tlaltelolco se reclutó a jóvenes de las distinguidas familias de los
tiempos precoloniales y se formaron a los primeros religiosos cristianos
indígenas imponiéndoles una rigurosa disciplina.
Con relación a las mujeres se inició con las hijas de la nobleza indígena para
enseñarles la doctrina cristiana y las buenas costumbres como si fueran
monjas, pues sólo salían de la clausura para enseñar a otras mujeres en los
patios de las iglesias o en las casas de las señoras.
El colegio de la Caridad se fundó en 1538 para españolas y mestizas de todas
las edades, con la idea de que salieran directamente a la boda, se les
enseñaba a cantar, rezar, los salmos, la misa y en especial el taller de
labores femeninas, todo esto se realizaba en silencio y devoción.
En este colegio se debían tratar las alumnas entre sí con amor y caridad,
procurando que no hubiera disensiones ni palabras injuriosas. Si no obedecían
a su rectora se le informaba al cabildo y podían recibir castigos, perder su
dote y ser expulsadas.
Mención especial merece la educación que impartieron en la Nueva España los
jesuitas, quienes introdujeron la idea tridentina de la educación integral:
de la mente, el espíritu y la conducta; más escolarizada para las familias
novohispanas acomodadas, como los hijos de hacendados, mineros, ganaderos,
comerciantes y altos funcionarios. Menos escolarizada para los indígenas, las
mujeres, los enfermos, los presos, campesinos y los negros.
Para los jesuitas, lo más importante era el fin y no los medios, lo
sustancial y no lo periférico, de modo que la elocuencia, el cálculo, la
casuística, la simulación y el disimulo constituyeron valiosos instrumentos
en la educación de los futuros dirigentes.
En ceremonias y días especiales los estudiantes se distinguían por sus
escenificaciones teatrales, sus diálogos y declamaciones en latín y romance,
en prosa y verso, lo cual animaba a muchos padres a enviar a sus hijos a
estudiar con la compañía de Jesús.
Por otra parte es importante señalar que en el colegio de San Pedro y San
Pablo se formaron a los futuros sacerdotes y rectores de las iglesias, y en
el colegio de San Ildefonso a los futuros integrantes de los ministerios de
la república.
A inicios del siglo XVI antes del concilio de Trento, en España había
existido cierta libertad para criticar a las instituciones y a las personas
que las integraban, después de este concilio, el clima cambió y la apatía
intelectual, el moralismo fanático y el amaneramiento barroco fueron
predominantes en la religión.
En los centros educativos se impusieron las reglas, los programas y los
materiales de estudio. La reflexión e incluso el uso del sentido común
quedaron anulados, en su lugar se instaló la práctica de la memorización, la
repetición y la erudición consistente en manejar alusiones a la mitología y a
la antigüedad grecorromana.
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lunes, 6 de junio de 2016
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